sábado, 28 de marzo de 2015

Qué significa mantener la palabra empeñada?

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Llevo días, pensando y reflexionando sobre lo que realmente significa la palabra dada, debido a una serie de hechos y personas que de alguna manera han empeñado su palabra…y que lamentablemente, han olvidado al parecer lo que significa o más bien tenemos conceptos errados.
Dentro de la relación de ideas, casi siempre podemos concluir en la importancia relativa que suele tener, hoy por hoy, el valor de la palabra empeñada, situación que indudablemente no es ajena a cada uno. Pero si lo pensamos bien, ¿qué significa mantener la palabra empeñada?
Desde mi formación y mirada, significa que debemos dar cumplimiento a lo prometido, es decir, hacernos cargo de la acción definida para tales efectos, el resultado de eso, es la concordancia entre lo dicho y lo hecho. O sea, es la consecuencia tan anhelada, de la cual exigimos muchas veces, pero que reclamamos por parte de terceros y porque no, de parte nuestra.
Significa que la palabra empeñada pasa a ser ley, por lo tanto, al hacernos cargo de las cosas señaladas, debemos responder a la expectativa creada, y luego de ello, mantener un protocolo de conducta que nos permite ser considerados personas creíbles.
Significa que de no cumplirse lo prometido, nos enfrentamos poco a poco a la permeabilidad de las cosas y de los hechos, por lo tanto, la relatividad de las cosas gana terreno, luego, todo nos parecerá probable, pero nunca haremos nada con todas las energías, ya que tendremos en la retina del inconsciente, la sensación de posibilidad y no de hechos.
Significa que ya nada puede ser pensado para siempre, por ende, las personas y las cosas, tendrán la idea de recambiable, de transacción, de lo desechable o algo que se le parezca. Por eso, ya nada puede pensarse ni siquiera como posibilidad, trasladando la interpretación de los valores sociales.
La relativización del valor de la palabra derrumba las democracias, permea las relaciones, da vida a los demagogos, genera todo tipo de males, que si no son considerados en un análisis personal de vida y actos, lo correcto pasa a considerarse obsoleto y que por cierto, cada vez vemos más.
La palabra dada,  es como nuestra principal tarjeta de presentación. El valor que doy a mi palabra es mi identidad, define lo que soy, quien soy y como me relaciono con los demás. Define mi credibilidad,  establece si soy o no digno de confianza no sólo en lo personal sino en lo profesional. Mi palabra soy yo. Si algo puede establecer lo que valgo es la credibilidad en lo que digo, por las implicaciones que tiene. Incluso la credibilidad en lo que No comunico verbalmente pero transmito de manera No verbal.
Es cierto que actualmente el valor de la palabra dada está a la baja. Y no sólo de la palabra comprometida verbalmente, sino de la escrita y concertada en cualquiera de los medios de comunicación que nos permiten emitir nuestros mensajes sin tener siquiera que hablar con la otra persona.
Ya no se hace extraño el anular reuniones, visitas, consultas y citas mediante mensajes de e-mail o whatsApp, a veces incluso con posterioridad a la hora en la que hipotéticamente deberían haber comenzado. Cada vez es más frecuente el incumplir los compromisos. De igual modo que la frase “¿dónde está eso escrito?”  es cada vez más habitual.
A pesar de que la palabra empeñada cada vez es menos sinónimo de garantía debemos esforzarnos en dotar de valor a la nuestra, contribuir a otorgar de nuevo y valor real a los conceptos de honestidad, compromiso, palabra otorgada. No ser solamente tópicos con los que nos expresamos de manera grandilocuente ni que añadimos como valores propios o de sociedad. Es necesario generar un clima de confianza alrededor nuestro, y porque no, ser ejemplo.
Desde el tema personal, familiar, pareja, profesional y formativo, es importante no prometer a los niños aquello que no vamos a cumplir, para no generar falsas expectativas y posteriores decepciones, ni temores infundados. Debemos contribuir a establecer un clima de confianza, para enseñar a aquellos para quienes somos ejemplo un comportamiento responsable y sincero. Será difícil el pedir a los niños y adolescentes sinceridad y compromiso, si están acostumbrados a que los adultos lo incumplamos de manera sistemática. Es cierto que en ocasiones no somos conscientes de lo que hacemos, prometemos ir al parque o al cine, cuando sabemos que posiblemente no podamos hacerlo. Generamos una ilusión y motivamos a hacer algo con la promesa de una recompensa que no damos, no por mala fe, sino por imposibilidad de disponer de tiempo o medios.
Intentemos recuperar aquellos valores que han ido perjudicando a nuestra sociedad.
Lorena Stagnaro Navarrete.

1 comentarios:

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Ángela Cortez Carreño, de Lima Perú. dijo...

Muy cierto. Todos debemos trabajar en ello. Formación de hábitos.

 
 

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